Me decía una vez un mentor que no hay belleza más profunda que la de un coro cantando en perfecto equilibrio, y yo le comenté que para lograrlo habría que tener en mano más bien la batuta de un mago que la de un director. Risas entre los dos, pero ambos llevábamos mucha verdad. Desde luego, conseguir que tantas personas suenen “todos a una” es un arte de incalculable dificultad.
Estudié Dirección Coral
porque me fascina el canto en todas sus facetas,
desde la monodia gregoriana hasta la coralidad operística; es un verdadero lujo ver disfrutar a quienes participan de la labor colectiva de crear una obra de arte en la que nadie sobresale, sino que el correcto empaste entre todas las voces garantiza la perfección ejecutiva. Hace años me otorgaron en Italia el Primer Premio Absoluto Internacional en Técnica de Dirección, algo inesperado que me llenó de felicidad. He vivido por toda Europa y en cada ciudad he fundado y proyectado algún coro, no lo puedo evitar, es una de mis pasiones. Quizás hayas oído ya mi nombre en alguno de los más de 4.000 conciertos que he dirigido hasta hoy, pero no te asombres, lo más difícil no es dirigir tanto, sino brillar por la ausencia de malas críticas…
¿O es que has encontrado alguna que se me haya escapado?